Y MOBY DICK PARIÓ TIBURÓN
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Y MOBY DICK PARIÓ TIBURÓN

Y MOBY DICK PARIÓ TIBURÓN

Sin menospreciar que el autor de la novela, Peter Benchley, tuviese otras influencias y utilizase como base histórica reales ataques de tiburones en la costa este de Estados, la inmortal obra de Herman Melville claramente es la que le inspiró, la que cambió aquél blanco “Leviatán” de 1851 por el Tiburón de 1974.

Si aquél cachalote blanco era la encarnación del bíblico mal (“Allí van los barcos, allí está ese Leviatán a quién has creado para que jugara en la mar”. Libro de Salmos; “El Leviatán deja un rastro brillando detrás: se pensaría que la profundidad ha encanecido”. Libro de Job), ahora lo es un tiburón (como no) blanco que, como aquél, es un devora hombres.

En el ballenero de Melville, el Pequod, comanda el capitán Ahab (interpretado por Gregory Peck en la película de John Huston de 1956); aquí en el Orca, quién comanda es el capitán Quint, personaje soberbiamente interpretado por Robert Shaw.

Si recordáis Moby Dick (os emplazo a que la leáis de no haberlo hecho ya) la obsesión de Ahab es enfermiza, quiere y busca su venganza aun a costa de su barco y tripulación. Quint en Tiburón es Ahab, odia a ese ser, odia a todos los tiburones. Estos escualos son los que diezmaron en el agua a sus compañeros del USS Indianapolis, el crucero que fue el encargado de llevar la primera bomba atómica a la base aérea de Tinian desde donde despegaría el B-29 Enola Gay portando y soltando la misma sobre Hiroshima.

En Moby Dick se relata una matanza de tiburones por parte de la tripulación del Pequod “….los dos marineros se entregaron a una continuada matanza de tiburones con sus azadones balleneros, al clavarles en el cráneo profundamente la hoja acerada. Tal punto, al parecer, es su único punto vulnerable. Mas entre la espuma confusa que producían los animales al luchar, no siempre acertaban a darles en el sitio mortal, y ello producía nuevas muestras de la increíble ferocidad de aquellos seres. Mordían traidoramente no sólo las entrañas de sus semejantes despanzurrados sino que, doblándose como arcos flexibles, se mordían las propias, y así, parecía que se les tragaba indefinidamente, cada vez que les salían por la herida del vientre”.

En Tiburón, recordareis, el capitán Quint, relata a sus otros dos compañeros, el jefe Brody (Roy Scheider) y al biólogo marino Hooper (Richard Dreyfuss) su odisea en el Indianápolis: “¿Qué es? (señalan un tatuaje borrado en el brazo de Quint), ¿estabas en el Indianápolis?, ¿qué pasó?. Un submarino japonés le metió dos torpedos en un lado, jefe. Yo volvía de la isla de Tinian y me dirigía a Leyte…. acabábamos de entregar la bomba de Hiroshima. 1.100 hombres cayeron al agua. El barco se hundió en 12 minutos. No vimos el primer tiburón hasta pasada media hora. Un tigre, de casi cuatro metros……..Como la misión de la bomba había sido tan secreta, no se envió señal de peligro. Nos dieron por desaparecidos una semana después. Al amanecer, los tiburones se acercaban despacio…así que nos juntábamos en grupos muy apretados. Como en formación de batalla, como se ve en los calendarios, como en la Batalla de Waterloo. Se trataba de que…el tiburón se acercara al primero y éste empezara a patalear, a gritar y a chillar. A veces el tiburón se alejaba, pero otras veces no. A veces el tiburón te miraba directamente a los ojos. ¿Sabes? , los tiburones tienen unos ojos exánimes. Negros, como de muñeca. Cuando se te acerca, no parece que esté vivo, hasta que te muerde. Entonces esos ojillos negros se vuelven blancos y entonces…oyes un grito horrible, agudo. El mar se tiñe de rojo…y a pesar del chapoteo y los gritos, todos se acercan. Y te hacen pedazos.

Al final del primer amanecer…perdimos cien hombres. No sé cuántos tiburones había. Tal vez mil. No sé cuántos hombres, una media de seis por hora.

La mañana del jueves, vi a un amigo mío… Herbie Robinson, de Cleveland. Jugador de béisbol, ayudante del contramaestre. Creía que estaba dormido.

Alargué la mano para despertarle. Empezó a cabecear en el agua, como una peonza. Se puso boca abajo. Se lo habían comido de la cintura para abajo.

A mediodía del quinto día, nos vio un Lockheed Ventura. Volaba bajo y nos vio. Era un piloto joven. Más joven que el Sr. Hooper. Nos vio y bajó, y tres horas después…un gran hidroavión bombardero amerizó y empezó a rescatarnos.

Entonces es cuando más miedo pasé. Esperando mi turno. No volveré a ponerme un chaleco salvavidas.

De modo que 1.100 hombres cayeron al agua… y 316 salieron con vida. Del resto dieron cuenta los tiburones el 29 de junio de 1945.”

Sigamos con algunas curiosas semejanzas.

En la novela de Melville, Ahab queda enredado en las cuerdas de los diferentes arpones que se clavan en la piel de Moby Dick. El cachalote, alcanzado de muerte, se hunde en las profundidades del océano pero no sin llevarse, asido a él, a Ahab en su caída.

En la novela original que dio pie a la película de Spielberg, Quint no muere engullido por el escualo, sino como Ahab, es enrollado en una de las cuerdas de los arpones y arrastrado por “el gran blanco” al fondo del mar.

Spielberg y sus guionistas, nos cambió ese novelesco final por otro más (siniestramente) cinematográfico.

Y acabo ya con esta comparación y lo hago con una canción.

Ya a principios del XVII consta una balada cantada por los marineros ingleses bajo el título de “Spanish Ladies” y, de entre muchas de sus variaciones, tomemos como base ésta:

Farewell and adieu to you, Spanish ladies

Farewell and adieu to you, ladies of Spain

For we have received orders, for to sail to old England,

But we hope in a short time to see you again. (también «And we may ne’er see you fair ladies again”.).

En la película de Spielberg, cuando Clint se mofa de la jaula ‘anti-tiburones’, que le presenta el biólogo marino Hooper (Richard Dreyfuss), se despide de él a modo de quién sabe ya no va a volver a ver y de esta guisa:

Farewell and adieu to you, fair Spanish ladies.

Farewell and adieu, you ladies of Spain.

For we’ve received orders for to sail back to Boston.

And so nevermore shall we see you again.

Aquí tenéis la escena a la que hago referencia en un vídeo de youtube.com

Volvamos por un momento a la obra de Melville. El capítulo XL de la novela se titula “Medianoche. Castillo de proa” y, no sin casualidad para mi, así empieza: “ARPONEROS Y MARINEROS.- Se levanta la vela de trinquete y se ve a la guardia de pie, o dando vueltas, o recostada o tendida, en diversas actitudes, todos cantando a coro.

¡Adiós para siempre, damas españolas!

Oh damas de España, para siempre adiós,

manda el capitán!..

Si en vez del siglo XIX, Melville hubiese nacido en el el XX y sabido lo importante que es una buena publicidad para la mejor distribución de un producto, evidentemente… evidentemente la portada de Moby Dick bien habría podido ser………

Sebastián Antón Coll